Uno no acaba de aterrizar y ya
se muestra una ciudad fría, 13 grados centígrados informa el capitán, como
siempre una aprehensión en mi vientre aparece cuando las llantas del boeing tocan suelo ibérico, la sensación existencial siempre me roba momentos
de euforia, momentos únicos, es como si yo viviera a intervalos, una leve
paranoia me acompaña siempre hay que estar listos para cualquier evento, ya antes
en este mismo aeropuerto he sufrido intentos de robo, es que aquella vez venia
con una cara de asombro, de turista total.
Desde de la terminal t4 hay
que caminar casi mas de un kilometro hasta las línea 10 del tren, a mi que con
una maleta que pesa 23.400 kg y una de 10 kg aparte con un bolso de mano la sensación
de caminata se eleva a 100 km en este trayecto lejos de observar los ventanales
que dan salida a nubes obscuras decido seguir barajeando estas imágenes
mentales que solo me enroscan en suelos estériles, las mismas imágenes ya
viejas y mohosas son las que vuelven, nostalgias desgastadas por el tiempo,
diversos hubieras colapsan mi pequeña mente, una avalancha de pensamientos
desembocan en emociones, emociones traducidas al dolor corporal, siempre
me ha costado seguir adelante, me estaciono demasiado tiempo en las derrotas,
en las promesas rotas, pero ahora a pesar de esta conducta inconsciente mía, el
piso se mueve y me lleva al centro de Madrid yo volteo y miro hacia atrás,
hacia lo lejos, pendiente de algo que no alcanzo a ver, algo que ha
desaparecido.